• Las emociones del entorno familiar del paciente oncológico:Lugar de intervención del equipo interdisciplinario que atiende

Autor: Viviana Polite

Cuando una persona se enferma con una patología grave impacta profundamente en su entorno familiar y personal. Como consecuencia del impacto, este entorno acciona de alguna manera. Veamos algunos ejemplos:

Si el que se enferma es “un hijo” hay padres que deben trabajar menos para poder cubrir su acompañamiento.

Si el afectado es “el  padre o la madre”, se pone en juego el sostén del hogar y queda un lugar vacante para el cuidado de  los hijos. En algunas ocasiones, se produce un cambio de roles: hijos que se hacen cargo de responsabilidades que no estaban contempladas pre-enfermedad, pre-tratamiento, para lo cual, incluso dejan sus estudios, cuidan a sus hermanos aun siendo muy jóvenes porque no tienen otra familiar para ocuparse.

En los casos en que la persona enferma esté lejos del centro de salud idóneo más adecuado para su  atención, alguien del entorno debe trasladarse a otra ciudad  e incluso país para su tratamiento con todo lo que ello implica: dejar los afectos primarios, sumergirse en mundos de tamaños diferentes al que están acostumbrados y pasar de ser identificados en su lugar de origen por nombre y apellido, a ser nombrados como número o una enfermedad.

Estas acciones se sustentan y están acompañadas de decisiones pensadas o “por defecto” de quién o quienes se ocuparán.

En algunos casos, el grupo familiar completo se involucra ya sea compartiendo el proceso, turnándose para las tareas que se presentan o poniendo entre paréntesis sus vidas, mientras transitan la enfermedad de su ser querido. Todo queda a la espera de….: los resultados de los estudios, del próximo control, la siguiente intervención quirúrgica, en función de si mismos.

En otros casos, una de las personas del entorno, se queda a cargo del cuidado del enfermo  por decisión propia (motorizada por distintas razones), por omisión del resto de los componentes del entorno o por decisión del grupo.

En cualquiera de los casos, el trabajo emocional del entorno familiar es muy fuerte: hay una constante contradicción entre lo que se siente, lo que se debe, lo que se muestra y con ese trabajo emocional, aparece un riesgo no menor: la “claudicación” de la familia o la persona que está a cargo en la continuidad del tratamiento.